Una tarde más

En la quietud de esta tarde lluviosa de otoño, dejo pasar las horas lentamente, pensando en mil y ningún temas.

Estoy recostado en un sillón (de esos que se pueden reclinar) leyendo un libro muy ajeno a mi mundo. Mi madre, en otro sillón, habla incansablemente de cosas banales. Habla para sí en un monólogo compartido, donde va entretejiendo anécdotas cotidianas con recuerdos del pasado. Una asociación extraña de ideas que sólo los que la conocemos comprendemos... y me hace reír.

Alcanzo a escuchar a personas hablar en algún programa de televisión, y alcanzo a notar que dicha conversación se engancha a la de mi madre, haciéndola partícipe de la misma.

Mi gato, tumbado en el suelo, ronronea somnoliento...

Afuera, la lluvia cae a cantaros, ocultando las calles y creando una sinfonía de chapoteos interminable. Yo dejo que el aroma me abrace como tantas otras veces, encerrándome en un mundo inmaterial, de luz gris y olor a mar.

Mi madre cuenta con los dedos el tejido interminable que hace sin ver, volviendo sobre sus pasos cada vez que se da cuenta que un revés no fue correcto.

La tarde se ha acabado. El instante ha pasado. Un pedazo de mi vida que quedará para la posteridad... un momento único con toda la importancia que tiene lo que no es importante.