Noche... Buena?
¿Hace cuánto tiempo la navidad perdió esa chispa de alegría y esperanza que tenía? ¿Desde cuándo se convirtió en simple consumismo? Y sobre todo… ¿Desde cuándo tuvo que ser la navidad, motivo para discusiones, separaciones y pleitos por el más mínimo detalle?
Lo triste no es que exista todo esto, sino que la misma navidad sea el motivo para ello.
Regresemos en el tiempo…
Es 20 de diciembre, los preparativos para la navidad están en su apogeo… Mi abuelito tiene listos ya los scripts de todos y cada uno de los integrantes de la familia, pues participaremos (una vez más) en la pastorela familiar que, aparte que mantenernos unidos, nos divertirá como siempre en la Noche Buena. Como cada año, me toca el papel del “Tatita”, un anciano achacoso que sigue a los pastores en su ruta a Belén y que es presa de las tentaciones de los demonios.
Leo mi guión y me ataco de la risa pues no solo son simples versos lo que me toca decir, sino que interactuaré con los demonios, los pastores y, por supuesto, los invitados (que cada navidad son más los vecinos que se unen a nuestro festejo, pues admiran nuestra convivencia). Y termina mi guión con el clásico “Brinco, Maroma y Mueca”…
Es 23 de diciembre y me dirijo con mi hermano y mis primos a Salamanca a comprar fuegos artificiales… nos gustan los que echan chispas y luces de colores… nunca los que truenan. Compramos los suficientes como para iluminar más la noche pero no tantos como para opacar el día.
24 de diciembre, ya todo está listo. El día es frío y poco a poco vamos llegando a casa de mi abuelito, que ya nos espera con su enorme sonrisa. Toda la familia estamos ahí… 3 generaciones reunida. La cena es lo de menos… los regalos también. Lo realmente importante es lo que nos da vida para mantenernos juntos y felices…
27 de diciembre de 2006… ¿dónde quedó todo aquello? Si alguien lo encuentra… hágamelo saber…
Por favor.